El ostracismo forma parte de enseñanzas y prácticas típicamente religiosas en las que las autoridades laicas no deberían interferir.
por Massimo Introvigne
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Bitter Winter ha publicado una serie de cinco artículos sobre los testigos de Jehová y el ostracismo, es decir, su enseñanza y práctica de que los Testigos que gozan de buena reputación deben evitar relacionarse con antiguos miembros expulsados, en la mayoría de las circunstancias (ya que hay excepciones), excepto si son parte de su familia inmediata y conviven con ellos. Los detractores de los testigos de Jehová califican esta práctica de cruel e inhumana, y a veces piden a los gobiernos y a los tribunales de justicia que prohíban su enseñanza.
Resumiré aquí las razones por las que considero estas peticiones poco razonables y peligrosas para la libertad religiosa de todas las fes.
Aunque la expulsión tal y como la practican los testigos de Jehová tiene aspectos singulares, la práctica de una estricta separación de quienes han abandonado la fe o han sido excluidos por transgresiones graves fue típica de las religiones monoteístas —el judaísmo, el cristianismo y el islam— desde sus mismos orígenes. Los estudiosos han explicado que los primeros devotos de las religiones monoteístas estaban rodeados de politeístas, y la expulsión fue una forma de proteger sus jóvenes y frágiles religiones. Incluso cuando el número de sus seguidores creció tanto que se convirtieron en mayoría, siguieron creyendo que debían proteger la integridad de su fe.
Los judíos de antaño practicaban una separación muy estricta de los “apóstatas”, que ha persistido hasta nuestros días en algunos grupos ultraortodoxos bajo el nombre de “hérem”. Los primeros cristianos practicaron la expulsión y rastros de esa práctica permanecieron en la Iglesia católica romana hasta mediados del siglo XX. Algunos estados musulmanes mantienen no solo la separación, sino la pena de muerte para los apóstatas. Los protestantes que defendían la libertad religiosa y pedían al Estado que no interviniera y castigara a los apóstatas, seguían protegiendo la fe compartida de sus comunidades mediante estrictas formas de evitar a tales apóstatas. Todavía existen como “Meidung” entre los herederos directos de la llamada “Reforma radical”, como los Amish.
Los testigos de Jehová expulsan a quienes cometen pecados graves y no se arrepienten. Los tribunales de todo el mundo han reconocido que interferir en el procedimiento que lleva a la expulsión sería una violación del derecho fundamental de las religiones a organizarse como consideren oportuno. Al mismo tiempo, también han reconocido que los comités judiciales religiosos de los testigos de Jehová respetan sistemáticamente su propio procedimiento, y los miembros acusados de ofensas tienen una oportunidad justa de ser escuchados y de apelar o recurrir la primera decisión dictada contra ellos.
También dejan de relacionarse con aquellos que renuncian formalmente a la fe. Algunos críticos han afirmado que es injusto tratarlos de la misma manera que a los antiguos miembros expulsados que son culpables de pecados y no se arrepienten. Esta crítica se basa en un malentendido. Como en todas las demás religiones, entre los testigos de Jehová hay quienes se hacen inactivos. Es posible que algunos ya no se asocien con otros creyentes. No evitan a los “débiles” o “inactivos”. Más bien, se evita a los que declaran o demuestran formalmente que renuncian a su condición espiritual, o anuncian que se han afiliado a otra religión, o al ateísmo, o a otro grupo cuyos objetivos son considerados por los testigos de Jehová como contrarios a las enseñanzas bíblicas. Una vez más, esto no es una peculiaridad singular de los testigos de Jehová. La Iglesia católica y otras confesiones también distinguen entre los que se vuelven inactivos y los que declaran públicamente su apostasía, y excomulgan solamente a estos últimos.
Además, a menudo se interpreta mal la acción de evitar a estas personas. No se evita a los familiares convivientes. Los cónyuges mantienen relaciones maritales normales, solo que no participan juntos en actividades religiosas familiares.

Los opositores mencionan casos de esposos que han sido obligados a abandonar el hogar familiar cuando han sido expulsados, pero “olvidan” especificar que se trata de casos de cónyuges abusivos u ostentosamente inmorales, que serían expulsados de sus hogares en todas las religiones y con la bendición de los tribunales de justicia.
Y existen excepciones. Las relaciones comerciales con un antiguo miembro expulsado, cuando existen, continúan. A los testigos de Jehová se les enseña que deben seguir ayudando a un antiguo miembro expulsado que lo necesite (un ejemplo que se da es ayudar a una señora cuyo coche tiene una rueda desinflada), y esto se convierte en un deber estricto en el caso de familiares enfermos o mayores que necesiten ayuda. Los ancianos son conscientes de que el propósito de expulsar y de evitar a alguien tiene carácter curativo y no punitivo. Cuando el expulsado lo desea, los ancianos lo visitan y procura motivarlo al arrepentimiento y a regresar a la comunidad. Esto hace que tal práctica entre los testigos de Jehová sea muy diferente de la “muerte social” descrita por los eruditos de principios del siglo XX que estudiaron el “hérem” de los judíos ultraortodoxos. Aplicar la expresión “muerte social” a los testigos de Jehová porque dejan de relacionarse con expulsados (como indican sus detractores) es absolutamente incorrecto.
Nadie se convierte en testigo de Jehová de la noche a la mañana. Para bautizarse hay que dar ciertos pasos, y los candidatos deben conocer (antes de bautizarse) las principales doctrinas y prácticas de los testigos de Jehová, incluidas las relativas a la expulsión y sus consecuencias. Los críticos objetan que si bien esto es cierto para quienes se unen a los testigos de Jehová como adultos, no lo es para los niños cuyos padres ya forman parte de la organización, que pueden bautizarse a una edad muy temprana y luego ser expulsados. La objeción es posiblemente más impactante para quienes no tienen en cuenta que, a diferencia de otras organizaciones cristianas, los testigos de Jehová no practican el bautismo de niños pequeños. Es cierto que se bautiza a menores, pero a una edad en la que los ancianos creen que son lo suficientemente maduros para comprender las enseñanzas y prácticas fundamentales de la fe. No hay una edad fija, ya que la madurez varía dependiendo de la cultura y la persona.

Es posible que adolescentes lleguen a ser culpables de pecados graves, lo que se confirma al observar que muchos de ellos en nuestras sociedades modernas cometen delitos (en algunos países se les juzga como adultos). Si no se arrepienten, pueden ser expulsados, pero la expulsión de menores es algo muy raro. Incluso en este caso, los menores permanecen en el hogar familiar y al cuidado de los padres, y los deberes hacia ellos no cesan.
¿Es “ilegal” evitar a alguien? Aunque ha habido un par de casos recientes en Bélgica y Noruega en los que las decisiones —recurridas en la actualidad— declararon que algunos aspectos de las enseñanzas del ostracismo justifican las multas y otras medidas contra los testigos de Jehová, se trata de excepciones. Existe un sólido conjunto de decisiones judiciales en numerosos países que han concluido que tal práctica es legal. Estoy de acuerdo con estas decisiones, que se basan en dos razones.
La primera es que nuestra decisión de asociarnos o no con personas con las que hemos tenido fuertes desacuerdos, ya sea por un divorcio o una disputa sobre negocios, política o religión, no es algo en lo que puedan interferir los tribunales de justicia. Esta decisión forma parte de nuestra esfera más íntima y personal. Un tribunal puede ordenar a un esposo divorciado que pague una pensión alimenticia a su exmujer, pero no puede obligar a ambos a seguir viéndose o a seguir siendo amigos.
La segunda razón responde a la objeción de que los críticos no quieren obligar a los testigos de Jehová con buena reputación a asociarse con antiguos miembros expulsados, aunque en algunos casos judiciales piden precisamente esto. Solamente piden a los tribunales y a los gobiernos, se nos dice, que prohíban a los testigos de Jehová enseñar el principio de que se deba evitar a estas personas. De hecho, eso crea aún más problemas. Nadie puede dudar seriamente de que la expulsión es una práctica religiosa, basada en la interpretación de la Biblia por parte de los testigos de Jehová, y que los Testigos la practican a nivel individual basándose en su conciencia religiosa. Como tal, está protegida por su derecho a la libertad religiosa.
La Biblia claramente enseña que se evite a quienes no se arrepienten, según 1 Corintios 5:13 (“Expulsen al malvado de entre ustedes”) y 5:11 (“Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer”), y 2 Juan 10 y 11 (“No lo reciban en casa ni le den la bienvenida, pues quien le da la bienvenida se hace cómplice de sus malas obras”) (todas las citas son de la Nueva Versión Internacional). Otras religiones quizás enseñen que tales mandatos se referían a las circunstancias sociales de la época y ya no están en vigor. Los testigos de Jehová no están de acuerdo. No corresponde a los tribunales de justicia laicos dirimir disputas teológicas, ni determinar cuál debe ser la “verdadera” interpretación de la Biblia.